martes, 30 de junio de 2009

IRRESPONSABLES


El domingo a las dos de la tarde concurrí a la Escuela Educación Media Nro.3 de Paso del Rey para cumplir con mi deber cívico, y hasta ahora obligatorio, de votar. No voy a hablar de lo que significó la aplastante victoria de De Narváez sobre Néstor Kirchner -que, por cierto, defiende el modelo berlusconiano con el que siempre me identifique (estabilidad, orden en las calles y privatización)-, pero sí de la ausencia de medidas para evitar el avance de la gripe A y de la imprudencia de las autoridades electorales en cuanto a mi persona.
-Documento de identidad, por favor.
-Sí, como no.
-Di Santi, Matías German. Clase: 1988. Sexo: varón. Nacionalidad: argentino...
-Perdoneme Señor, ¿usted es el presidente de mesa?
-Sí, ¿qué necesita Joven?
-Yo soy el próximo en entrar al cuarto oscuro y estoy indignado porque no veo ningún adhesivo de contacto ni mucho menos una esponja para cerrar el sobre y meterlo en la urna cuando salga.
-No, lo que pasa es que los del Comando Electoral no nos mandaron nada.
-¿Cómo que no les mandaron nada? ¿Y usted no puede buscar una solución rápida a este problema? ¿Cuánto sale una plasticola?
-No es nuestra obligación, Joven. Pero igual no se preocupe, corre menos riesgo de contagiarse usted que nosotros.
-Ah, ¿y por eso no debemos prevenirnos?
-No, pero es lo único que tengo para decirle.
-...
Muchachos, ¿en qué quedamos? Había una quincena de consejos para que la comunidad tenga elementos a mano para protegerse y yo tuve que bancarme esta respuesta incompetente cuasi policiaca e introducir mi dedo en el mismo frasquito de alcohol en gel utilizado por los votantes anteriores para completar el acto electoral. Me causó mucha repugnancia y, debo confesarlo, estuve al borde del vomito.
Volví caminando a mi casa furioso y cuando llegue y lo vi a "El Colorado" en la tele me tranquilicé. "El es el cambio -me dije-, él va a ser el encargado de terminar con todos estos irresponsables que pusieron en riesgo mi vida". Y después les preocupa que tenga conexiones con el hombre al que la prensa bautizó como El Rey de la Efedrina. Por favor.

P.D: Felicito a todos aquellos que el domingo asistieron con sus correspondientes barbijos y alcoholes en gel. Ustedes si que son verdaderos patriotas.

sábado, 6 de junio de 2009

NORMALIDAD


Esta semana entendí que nunca debí renunciar a las costumbres placenteras por un cambio brusco de rutina. El razonamiento llegó en pleno viaje by Sarmiento con el primer recuerdo de una actividad que tenía bastante abandonada: el arte de ordenar las remeras y las perchas por color.


Descubrí mi don en diciembre de 2001, justamente en plena crisis del orden. Decidí que el desbarajuste social que se percibía en las calles de todo el país (cacelorazos, saqueos, represión, cinco muertos y un gobierno en estado de coma 3 -incluye la fuga en helicóptero del presidente de la Nación-) estaría derrotado en mi placard. Ahí dentro prevalecería el silencio (para elegir la prenda con tranquilidad), la similitud de colores (con el fin de saber en qué zona buscar a la hora de combinar) y la distancia exacta entre percha y percha (no sé por qué surgió pero fue una armonía que me cautivó y por eso la mantuve).

Desde ese momento, y cada uno de los 2920 días que pasaron, fue un hobby que me sirvió como una especie de terapia personal. Despertaba con ansiedad, abría la puerta corrediza de algarrobo y al observar esa obra maestra mi cabeza se disponía a arrancar la jornada "con el pie derecho". Incluso soportaba la vorágine de información impuesta por los noticieros matutinos.

Amigos y familiares me aconsejaban que lo que realmente necesitaba era un psicólogo y no una "obsesión enfermiza" que me hiciera "perder tiempo en estupideces o cosas secundarias". Nunca entendí la causa de su planteo indecente y me causó sorpresa que ellos se anticiparan a mi propuesta.

Esa satisfacción diaria se interrumpió a comienzos del presente año, y no fue por las visitas a un especialista ni mucho menos por las recomendaciones malintencionadas sino por la aparición de algo nuevo en mi vida: la responsabilidad laboral. Lo que vino fue sentirme vacío, depresión, tristeza y más depresión. No se los voy a negar, también pensé en el suicidio.

Hoy todo volvió a la normalidad. Permanecí despierto toda la noche para ponerme al día con el trabajo atrazado. Planché remeras, las seleccioné por color y finalmente las colgué en sus respectivas perchas. Ojalá algún día aquellos ignorantes sientan el placer que estoy reexperimentando yo en este momento.

martes, 2 de junio de 2009

LA ALFOMBRA DE PRIMERA CLASE


Hacía mucho tiempo que no vivía una coincidencia -ni una preocupación- de este tipo (para ser minucioso no recuerdo cuando fue la última ni la primera vez, pero el principio quedaba bien). El fenómeno fue tal que hasta llegue a pensar algo mortificante más que absurdo: los directivos del canal en cuestión sabían lo que iba a suceder y por eso pasaron esta película para estorbar al espectador en su rutina diaria de limpieza.


El día domingo me encontraba barriendo por tercera vez el living de mi casa cuando de repente mi atención se desvió a la pantalla chica. Eso me llevó a dejar extrañamente de lado la escoba y la palita (todavía me faltaba ordenar las perchas por color), para sentarme en el sillón y observar. Estaban dando The forgotten
(Misteriosa obsesión, en su incierta traducción al castellano), el film protagonizado por Julia Moore donde un grupo de alienígenas se apoderan de su hijo y además succionan desde el cielo a todo aquella cosa o persona que se entromete en sus planes.

Increíblemente, solo 22 horas después de haberme arrepentido por interrumpir el aseo hogareño con esa basura de suspenso, lo que en un primer momento era ficción ahora se convertía en realidad. El vuelo 447, que iba de Rio a Paris con 228 personas a bordo, se esfumaba de la estratósfera de un momento a otro para sorpresa de todo el mundo y sin que nadie pudiera encontrar siquiera un mínimo rastro de su existencia. "Se lo habrán llevado los extraterrestres je", pensé perturbado.


A partir de ese momento reflexioné mucho. ¿Con qué derechos las autoridades televisivas interrumpen un quehacer trascendental en mi vida planteándome esa sincronía en mi cerebro? ¿No debería existir la pena de muerte para este tipo de agresiones violentas? ¿Es tan difícil entender que con este tipo de cosas se puede dañar la salud de una persona? Eran las preguntas que me surgían. Recién después de autoconvencerme de que planteaba algo fundamental para la existencia del ser humano, pensé en algo vital de la misteriosa desaparición de este Airbus A330: "Sea cual sea la tragedia que haya sucedido, ¿se habrá ensuciado o roto la alfombra del pasillo de primera clase?".